Insistencias y persistencias. Alberto Taibo.
Basado en un principio estético kantiano: “finalidad subjetiva”, “finalidad sin fin”, “sin ningún interés práctico en lo representado”. Aparece el yo, el esto, el aquello, el espacio único distorsionado y el tiempo fragmentado, cortado. Hablando del yo desde lo otro, desde el descampado con raíles, con el tren de juguete que se invierte y no cae; las pinzas en el pentagrama cartesiano, grabación casi mecánica hasta destrozarse la paciencia, conscientemente de que nada dramático sucede ni sucederá. Como grabar y ver el pasado, conocido su desarrollo y esperando que las distintas luces pinten el plano de forma natural. Exponiendo la ciudad romana, edificada en el siglo XX, desde un presente inmóvil, parando su desarrollo, hasta detenernos en el mismo punto donde comenzamos, en el mismo plano donde comenzamos. Y podría durar 1000 años, que todo habría sido ya grabado.
La ciudad de provincias, con sus coches y sus perros, con su tren de juguete y sus bombillas para ver la tele. Las ventanas con cualquier dueño. Mirando el terreno de lo anónimo, sin intromisión, sin personajes, sin narración. Los edificios en el descampado, los pequeños muros que simulan un Berlín provinciano, la gente que no significa y desaparece. La inactividad cotidiana, la actividad inactiva. Y siempre el plano y su reverso, y el plano y su reverso, indefinidamente, hasta el agotamiento. Filmado para tumbarnos, golpeándonos los ojos con la luz de las mañanas de invierno, de las tardes de tedio, de las noches repetidas, de los amaneceres predecibles, de las primaveras sin hierba, de ventanas puestas para mirar la nada, para conseguir el vacío. La cámara como bomba de succión que extrae la vida hasta agotarla.
El descampado romano, extramuros, sin parejas de enamorados. El tren de juguete con sus luces nocturnas para pasajeros sin nombre y sin rostro. El parking sin uso, las casas no muy viejas formando ruinas. Filmando para borrarlo todo después. Filmando para convertir en ruinas una sólida arquitectura contemporánea. Al final, una sensación ya vivida y que no era fílmica, y que no tenía forma, y que existía pero no estaba, y que era pero no estaba.