Dada Jazz. Piensan las manos piensan los pies (2001) 29′ / Dada Jazz. Think hands think feet
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Imagen y realización/direction, photography: Chus Domínguez. Idea: Nilo Gallego y Chus Domínguez. Sonido directo/sound: Álex Sáenz de Miera. Montaje/editing: Marino García, Nilo Gallego, Chus Domínguez. Mezcla de sonido/sound mixing: Iñaki Ríos. Títulos/credits: Miguel Díez.
Dadajazz: Ildefonso Rodríguez, Nilo Gallego, Héctor Rodríguez. Poemas/poems: Ildefonso Rodríguez. Danza/dance: Sol Picó.
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DADA. Ildefonso Rodríguez
Eran todavía los tiempos de la Gran Ilusión: se renovaba el deseo de hacer otra vez lo nuevo, de reunirse y resistir a la inercia de las cosas caídas en la costumbre. Los ilusionados. De los tres, yo era el hermano mayor, el colega que buscaba la compañía de los nuevos.
Tocábamos, aquí, allá, unas noches mejor, otras menos bien, salíamos siempre a levantar el escenario.
Y un día fuimos premiados con la película de Chus; desde entonces, Dadajazz, en todas sus versiones sucesivas (cuarteto, quinteto) es la música de Dadajazz y el vídeo de Chus.
Hay en la película una secuencia tocada por un encantamiento, por la mano de lo maravilloso (ésa es la mano de Chus): imagen dentro de un cuento, cuando por la callecita medieval vamos los músicos caminando hacia el Mercado (por arte de montaje las cosas suceden de otro modo en la película, el Mercado se vio antes): sucede en Hamelín, somos los músicos que habitamos en el grabado de un cuento de los Grimm. Pero vamos al mercado y ahí empieza otro cuento.
Una gallina en el mercado de la Plaza Mayor. Al filo del siglo XX, en el verano de 1899, la profesora norteamericana Katherine Lee Bates, va al mismo mercado: “¡Qué alegría por la mañana! Guiadas por un muchacho tímido, de rostro alegre, vestido de harapos pero con la gentileza de un caballero, nos pusimos en marcha por las calles de casas nobles con balcones y escudos, arcos y fortificaciones, como si entrásemos en un libro ilustrado”. Ahí sucede el prodigio de un desfile que nadie esperaba y el baño lustral de Nilo entre las verduras medievales.
(Fuimos después al Gato, el buen bar esquinero que tenían Héctor y su socio abierto para los hipsters del Barrio Húmedo).
La película muestra un territorio; no es físico, no está en un mapa (o está y no está, podrían reconocerse los lugares, pero hay una intemporalidad no localizada). Es, ante todo, la ilusión, la música, el cine…
“La gran plaza zumbaba como una colmena y relucía con flores cambiantes como un campo de mariposas”. (Katherine Lee Bates)
Un jazz de sotos y riberas, ¿qué jazz es ése? Hay una naturaleza presente de un modo que sólo se me ocurre llamar mágico: las vacas que se cruzan en la carretera rural, la gallina (otra vez) pinturera del mercado, el durmiente en la playa… También, la buhardilla del CCAN (ya perdida, expoliada), como ese Café acogedor de un pueblo en que nos hemos detenido, mientras Claudia recoge las sillas. Bailecito de la pradera, el mambo solar que baila Sol Picó para nadie, para ella, frente a los músicos titiriteros… Un jazz de pueblo, pero el encantamiento (el arte de Chus) hace que casi todas las imágenes (las del mercado no, imposible) pudieran haber sido tomadas muy lejos de aquí (¿dónde es aquí?).
Unos años antes, yo había escrito este poema, soñando con una música semejante a la que, en los mejores momentos, tocamos aquellos dadajazzes:
Las zapatillas de un mandarín chino y
es concierto dar un beso al cable de la luz;
los tres descalzos por el pasillo
y hay el crepitar de una hoguera.
El sillón de un dentista en desuso
el chirriar de la voz interior.
Uno rompe el desfile
coge puntos de media
tiene en la boca
el silbato del pajarito.
El otro hace la calandria
y el gran viento
con un cepillo
levanta el polvo de su chaqueta.
Y otro
enamora a las tres hermanas.
Nadie es ruidoso
dulce es este ruido.